“Podemos ir con la cabeza bien alta frente a otros destinos no tan seguros”

"Solleric" nacido en la capital venezolana en 1960, Ramón Socías Puig es médico y Master en Gestión Sanitaria, está casado y tiene un hijo y una hija. Afiliado al PSOE desde hace más de dos decenios, su carrera política comienza en 1991 como concejal en el Ayuntamiento de Sóller, ostentando la alcaldía entre 1996 y 1998 y entre 2001 y 2003. En 1999 es elegido senador por Mallorca, desempeñando la vicepresidencia segunda de la Comisión de Ciencia y Tecnología y formando parte de las ponencias de diversas leyes relacionadas con cuestiones científicas y de salud en la Cámara Baja, en la que permanece hasta 2004. El 4 de mayo de ese mismo año, con el regreso de los socialistas a La Moncloa, es nombrado delegado del Gobierno en Baleares, cargo que continúa ostentando en la actualidad. Fue coordinador de Sanidad del Ayuntamiento de Palma y es miembro de la Unión General de Trabajadores. Dentro de la Federación Socialista de Mallorca ha sido secretario de Participación Ciudadana y de Bienestar Social.

Para que lo entienda cualquier ciudadano de la calle: una vez que se ha desarrollado la autonomía, ¿qué funciones son las que le quedan a la Delegación del Gobierno?
-En principio, las tareas que nos corresponden abarcan dos campos: uno, el administrativo; otro, la seguridad. Entre las de tipo administrativo, la principal línea de actuación es todo lo que hace referencia a extranjería. También en terrenos diferentes: agricultura, alta inspección educativa, sanidad exterior, trabajo. El otro aspecto corresponde principalmente a fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, todo lo que se refiere a seguridad ciudadana.
-¿Cuentan los servicios de extranjería con los medios necesarios para atender a nuestra población inmigrante?
-Nosotros entramos con una situación heredada, con una relación de puestos de trabajo realizada por el anterior Gobierno y una actuación del anterior delegado de trasladar personal para dar respuesta a la presión en la Oficina de Extranjería. Mantuvimos esta actuación y pusimos en marcha una reforma de la tramitación de documentación para evitar que hubiera colas. Eso fue una línea de trabajo desde el primer día, para dar un servicio más cómodo. En momentos puntuales no ha sido posible, pero en el conjunto de esta etapa hemos recibido felicitaciones de colectivos implicados, por mejorar la asistencia.
-El proceso de regularización habrá sido un momento particularmente intenso.
-Creo que salió bastante bien. Prácticamente el 99% de las solicitudes presentadas se resolvieron favorablemente. En estos momentos estamos realizando una reforma de la Oficina de Extranjería de Palma: Inspección de Trabajo e Instituto Nacional de Estadística se trasladan a un nuevo edificio, cerca del Conservatori, y aquella ocupará prácticamente toda la planta baja del edificio de Administración Periférica, con lo que ganaremos en atención al usuario y en espacio para los trabajadores.
-La verdad es que Baleares está viviendo en los últimos años una presencia muy importante de la inmigración extranjera.
-Esto viene determinado por la estructura económica y social de nuestra comunidad. Necesitamos mano de obra y es una de las autonomías a la que más inmigrantes han venido. En porcentaje de población la que más, un 16%. Y esto de alguna manera marca lo que es nuestra economía, en la que el sector de la construcción y los servicios, principalmente el turismo, captan gran parte de esta mano de obra que viene de fuera. Esto puede traer consecuencias, porque el sector turístico tiene una estacionalidad y la construcción en unas Islas, con un territorio limitado, también tiene un fin: no se puede construir eternamente aquí. Tenemos que prever las medidas adecuadas para que, en el momento en que eso baje, no se resienta el tejido social de las Islas.
-¿Podemos llegar a tener un problema, a medio plazo?
-Si somos capaces de prever, no tenemos que tener problemas. Pero lo tenemos que prever. En este momento vivimos un “boom” en la construcción en general y en la obra pública. Cuando esto acabe, tenemos que tomar la precaución de ponernos la venda antes de la herida.
-Abordemos su otra tarea fundamental: la seguridad. ¿Qué tal estamos en Baleares, en ese terreno? Porque preocupa al ciudadano en general, pero resulta particularmente delicado para un territorio que vive del turismo.
-Palma es una ciudad segura y lo mismo Baleares. La gente va por la calle sin tener miedo a que le atraquen, cosa que en otras ciudades del Estado o del extranjero no pasa. Los índices de delincuencia de los últimos tres o cuatro años bajan, los de criminalidad; los de faltas sí que nos han aumentado un poco, pero eso son cuestiones como, por ejemplo, algunas infracciones de tráfico, y se han incrementado porque la gente tiene más conciencia de denunciarlas. Por otro lado, por primera vez tanto la Asociación Hotelera de la Platja de Palma como la de la capital nos han remitido cartas de felicitación por el buen resultado de la campaña de verano, porque se lo han transmitido sus clientes. Frente a otros destinos no tan seguros podemos ir con la cabeza bien alta.
-¿Qué medidas se han aplicado, por ejemplo?
-Por ejemplo; en reuniones con asociaciones de hoteleros y en cifras que tenían la Policía y la Guardia Civil, detectamos que algunos hechos se producían en el interior de los establecimientos: descuideros que entraban en las habitaciones. Estos aspectos han mejorado significativamente. La implicación de todos los colectivos es muy importante.
-¿Disponemos en Baleares de los medios que nos hacen falta, en materia de seguridad?
-Tenemos los medios necesarios respecto al Plan 2000. Cuando llegamos al Gobierno, hace veinte meses, había un plan que para Baleares contemplaba una plantilla de 1.326 policías. Nos encontramos unos 780. En este momento tenemos la plantilla completa. Además, hay 115 alumnos en prácticas que, aunque alumnos, salen a la calle. Dicho eso, en los últimos cuatro o cinco años la población ha ido aumentando más de lo previsto y hay que hacer esfuerzos para adecuar las plantillas a las necesidades de nuestra comunidad.
-Hay una cuestión muy inquietante, hablando de seguridad, que es el terrorismo.
-Ha habido un cambio en este sentido. Hasta hace pocos años, con respecto al terrorismo en nuestro país, en nuestra comunidad teníamos una relativa seguridad. Ese tipo de terrorista siempre buscaba una vía de huida, lo que en una comunidad insular es más complicado. En este momento nos encontramos con un tipo de terrorista que no busca vías de salida, porque se suicida en su acto. De todas formas, aquí tenemos grupos específicos que trabajan para detectarlos. El hecho de ser una comunidad relativamente pequeña hace más difícil que se infiltren. Pero no hay que bajar nunca la guardia.
-Hace un momento, usted comentaba la importancia de colaborar con distintos colectivos. ¿Cómo está el entendimiento de la Delegación con los empresarios de las Islas?
-Bien. Tenemos reuniones periódicas. Podemos tener puntos de vista diferentes, pero tiene que haber diálogo, transmisión de información y respeto. En Baleares tenemos un tejido empresarial muy importante, creo que líder; los mejores empresarios turísticos de nuestro país son de Baleares y lo han demostrado aquí y con inversiones fuera: Cuba, el Mediterráneo y hasta el Extremo Oriente, y después hay toda una serie de empresas en el mundo de la moda, el diseño, el calzado, por ejemplo, con una presencia internacional.

“Hace falta que se valore un poco más la posibilidad de que la Delegación sea correa de transmisión ante el Gobierno Central”
-Sin embargo, ese mismo tejido industrial, el turístico en concreto, se está replanteando el modelo en Baleares.
-Sí, y las declaraciones de algunos de esos empresarios son indicios de que a lo mejor ha llegado el momento de replantear una parte del mismo. Estoy de acuerdo, por ejemplo, con lo que ha dicho Carmen Riu: no tenemos que competir en bajar precios, sino en dar más calidad. No hay que crecer tanto en número de turistas como en ingresos. Un turismo de más calidad, de más capacidad adquisitiva. Tenemos las condiciones para ser un destino de calidad en el Mediterráneo. Tenemos esas condiciones de sol y playa, que es un tipo de turismo que se ha de mantener, pero al mismo tiempo tenemos campos de golf, marinas, para atraer a un turista que luego irá a un restaurante, que alquilará un coche.
-¿Cómo se llevan la Delegación del Gobierno y el Govern autonómico, desde su punto de vista?
-A pesar de que a veces parece que estamos como el perro y el gato, en la mayoría de los casos las relaciones son cordiales. Hay más contacto con algunas conselleries, sobre todo con las que tenemos más relación en algunos asuntos, y en general las relaciones personales son buenas; depende un poco del talante de las personas. A nivel institucional, a veces hace falta que se valore un poco más la posibilidad de que la Delegación del Gobierno sea correa de transmisión ante el Gobierno central. A veces se lanzan puentes alternativos con determinados asuntos, sin que pasen por la Delegación. Es legítimo, no critico que se haga así.
-¿Qué puede hacer la Delegación, ante el Gobierno central? Por ejemplo, en cuestiones como la compensación de la insularidad, sea en descuentos en los billetes o en ayudas al transporte de mercancías.
-Podemos transmitir solicitudes. De hecho, lo hemos hecho. Sobre los descuentos, hemos sido beligerantes. Y ahora llega otra negociación importante, con la constitución de una mesa sectorial del transporte, a la que la Delegación del Gobierno no ha sido invitada. En cuanto al transporte de mercancías, sí podemos actuar y es la Delegación quien firma todas las ayudas previstas en el Régimen Especial de Baleares, que es uno de los aspectos del Régimen que funcionan bien. La voluntad de la Delegación es recibir a todo el mundo y poder trasladar sus reivindicaciones al Gobierno de Madrid, independientemente de estar o no de acuerdo con ellas.

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